lunes, 3 de octubre de 2011

Ciento ochenta y siete minutos

Ciento ochenta y siete minutos a tu lado,
inmóvil
incosciente
cuerpo desplomado,
alma sumergida en el mar de los sueños
tres horas y un rato
separado de ti,
no fue cansancio
fue empacho de delicia,
y efecto de sus posos,
paz arrancada de los cielos,
suave caída de hoja ,
nana que engaña a los sentidos
susurros a la razón,
nirvana de abrazos medidos, exactos…
despedidas silenciosas en el despojo de mi cuerpo,
caricias sutiles, baile de yemas,
mi piel en tu piel,
tu miel en mi hiel,
aferrado a tu cuerpo,
óxido a hierro dulce,
liquen a  piedra eterna,
música a tu alma,
tu a mi pensamiento…
Con el sabor de tu cuero en mis manos,
comienzo la huida de mi cuerpo,
la carne queda, mi resto vuela,
a espacios de imposibles,
de colores intangibles,
de notas inaudibles,
de libros ilegibles,
de cuadros invisibles…
allí donde todo “es” y nada “esta”,
donde la duda se pierde y la certeza ofende,
allí donde se llora sin tristeza
y se ríe sin lógica,
y el terrible alarido digital,
me retorna a mi cuerpo en borbotón,
en esfuerzo contrario al peso de mis párpados,
al cansancio concentrado en pelos de pestaña,
vuelvo a ti,
en los terribles minutos postreros al arpa, a la  sonda, al alarido,
te abrazo, te beso, me llevo tu aroma,
hasta que mis impulsos son dominados por la razón.

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